Ahora crezco, crezco. Mi cabeza rompe el techo y o sobrepasa, llego hasta el cielo, soy un arbol enorme, altisimo, duro; toco las nuves con las ramas-dedos, cada pelo es una hojita. Mi cabeza se ha vuelto verde de repente. La piel es corteza, la sangre es savia, el aire me hace cosquillas. Un aire alto y agudo, un aire de violín y de flauta, que lindo. Y no tengo dos ojos sino mil, diez mil, cien mil: ojos por todas partes, ojos q no se ven pero q ven, ojos de arbol, ojos de madera, ojos q sienten el frio, el calor, la lluvia, el paso de la gente, las palabras q se pierden, las promesas q se rompen, la hierva q crece, la proximidad de la tormenta. Ojos para presentirte. A vos, si, a vos q sos un pajaro carpintero, un pajaro carpintero que viene volando y se posa primero en mi brazo derecho y despues salta y empieza a hace un agujero en el tronco, aqui, justo donde está el corazón, justo donde tenes q anidar para siempre. Toc, toc, toc. Cada picotazo es un estremsimiento, un precioso delicioso dolor; cada picotaso hiere y acaricia y lastima; saltan las astillas, los trocitos de madera y la sangre; el hueco se agranda, es un hueco para preotegerte del frio, de la helada, del granizo. Entrá, eso es, asi, entra toda tibia de plumas, toda temblando entera. Entrá....
Eduardo Gudiño Kieffer @ Para Comerte Mejor
